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"Que mi último grito en la tierra y mi primer cántico en el cielo sea: ¡¡VIVA CRISTO REY!!"


Le pidieron que renegara de su fe. Al negarse Joselito, el Zamorano le cortó las plantas de los pies para torturarlo. Pero José no sé rendía, y en su suplicio seguía invocando a Cristo Rey.
Enfadados, los verdugos lo llevaron caminando descalzo hasta el Panteón Municipal.
Por el camino, José gritaba con fuerza:
«¡Viva Cristo Rey y la Virgen de Guadalupe!».

Llegados al cementerio, se le señaló su tumba y se le ordenó ponerse en pie sobre ella.
El Zamorano, como buen villano, le preguntó: «¿Qué quieres que le digamos a tus padres?». Inmerso en un terrible suplicio, con las pocas fuerzas que le quedaban, respondió: «Que en el cielo nos veremos, y que ¡Viva Cristo Rey!».
El verdugo, encolerizado por la respuesta del muchacho, sacó su revólver y le disparó en la cien. El cuerpo de José Sánchez del Río cayó a la tumba bañado en sangre.
"Que mi último grito en la tierra y mi primer cántico en el cielo sea: ¡¡VIVA CRISTO REY!!"

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