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El comunismo en Nicaragua


Tras la huida de Anastasio Somoza a Miami, la revolución sandinista se hizo con el poder en Nicaragua hace 40 años. El mundo entero celebró la derrota del sanguinario dictador, aclamada como la victoria de la libertad y la democracia. Pero al igual que en Cuba, cuando Fidel Castro derrocó a Batista, al llegar al poder, el comunismo superó al fascismo en reprimir a la oposición al instaurar un régimen totalitario, antidemocrático y ateista.

Daniel Ortega, uno de los cabecillas sandinistas que acabó con el régimen del dictador Somoza, fue presidente de Nicaragua entre 1979 y 1990 y volvió en 2007. Desde entonces, la oposición le acusa de haberse alejado del espíritu de aquella revolución y haber forjado un gobierno totalitario, represivo y clientelar.

Ahora se cumple un año y seis meses de las protestas contra el gobierno de Ortega. Meses de dura represión, de violencia del Ejército y de los paramilitares contra los ciudadanos que salieron a la calle a manifestarse en contra de la dictadura.

Al igual que Nicolás Maduro en Venezuela o los Castro en Cuba, al igual que Stalin en la antigua URSS, el comunismo siempre ha ejercido la represión aplicando el aparato del terror estatal para perpetuarse en el poder eliminando las instituciones democráticas.

El FSLN nace comunista, hijo de padres comunistas, y su misión es imponer el comunismo en Nicaragua para lo que debe conquistar el poder: el poder absoluto e indiscutible. Desarrolla para esto, la lucha armada y violenta en un frente a la vez que, en otro frente, desarrolla la lucha cívica. Su estrategia incluye como elemento esencial de ambos frentes, el mostrar a los nicaragüenses y al mundo occidental una cara de demócratas, de amantes de la libertad y de la justicia acordes a las concepciones ideológicas occidentales. Era necesario para el FSLN, pues, mostrar esa careta ante el mundo occidental y sólo mostrar en privado su verdadera cara de comunista, de marxista-leninista, ante sus mismos camaradas.


POSICIÓN DE LA IGLESIA FRENTE AL COMUNISMO



4. Frente a esta amenaza, la Iglesia católica no podía callar, y no calló. No calló esta Sede Apostólica, que sabe que es misión propia suya la defensa de la verdad, de la justicia y de todos aquellos bienes eternos que el comunismo rechaza y combate.

8. El comunismo de hoy, de un modo más acentuado que otros movimientos similares del pasado, encierra en sí mismo una idea de aparente redención. Un seudo ideal de justicia, de igualdad y de fraternidad en el trabajo satura toda su doctrina y toda su actividad con un cierto misticismo falso, que a las masas halagadas por falaces promesas comunica un ímpetu y tu entusiasmo contagiosos, especialmente en un tiempo come el nuestro, en el que por la defectuosa distribución de los bienes de este mundo se ha producido una miseria general hasta ahora desconocida. Más aún: se hace alarde de este seudo ideal, como si hubiera sido el iniciador de un progreso económico, progreso que, si en algunas regiones es real, se explica por otras causas muy distintas, como son la intensificación de la productividad industrial en países que hasta ahora carecían de ella; el cultivo de ingentes riquezas naturales, sin consideración alguna a los valores humanos, y el uso de métodos inhumanos para realizar grandes trabajos con un salario indigno del hombre. 


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