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¿Cuándo empieza una vida humana?

En el momento en que el zigoto, tras la fecundación del óvulo por el espermatozoide, inicia su paso a embrión de dos células. Las ciencias experimentales han demostrado en los últimos años que la existencia de un ser humano comienza tras la fecundación.

Con todos los adelantos de la tecnología moderna, no debería quedar duda alguna (como ocurría a comienzos del siglo pasado) de que la vida humana empieza con la unión del óvulo y el espermatozoide en el tercio externo de las trompas de Falopio de la madre. Es sólo cuestión de tiempo para que el ser humano crezca y desarrolle todas sus capacidades y potencialidades en los siguientes nueve meses de vida (y el resto de años fuera del útero de la madre). La dignidad humana que Dios le dio el día de la fecundación es única, universal e irrenunciable, y acompañará al ser humano en todas las etapas de su vida. Por ello, siempre debe ser respetada y considerada como la fuente originaria de los llamados «derechos humanos».

El Papa Juan Pablo II nos ha recordado en reiteradas ocasiones la inviolabilidad del derecho a la vida del ser humano inocente desde el momento de la concepción hasta la muerte. Este embrión humano no es un animal ni un simple conjunto de células. Tiene una dignidad especial: en primer lugar, porque Dios lo creó a su imagen y semejanza para ser el administrador de la creación (Gén 2,7); y en segundo lugar, porque el Señor Jesús, mediante el misterio de la Anunciación-Encarnación, se hizo hombre y elevó nuestra condición de creaturas a hijos de Dios. El pensador peruano Luis Fernando Figari lo explica con claridad en un texto titulado «La dignidad del hombre y los derechos humanos»: «La dignidad fundamental, y más aún fundante, del hombre proviene de ser la persona humana creada por Dios como interlocutor personal suyo e invitado a participar desde su estructura óntica en la dinámica creacional. Las palabras 'imagen y semejanza', a las que estamos tan acostumbrados, portan en sí la entrada al misterio de la dignidad humana (...) La dignidad de la creatura humana quedará aún más claramente manifestada por la irrupción del Verbo Eterno en el tronco humano, asumiéndolo y elevándolo, en un proceso misterioso e indescriptible en la magnitud de su grandeza». Esta dignidad del ser humano única, universal e irrenunciable, no puede ser negada o relativizada según las circunstancias sociales o el momento histórico que se viva.

Las enseñanzas del Santo Padre hoy más que nunca necesitan repetirse: «El Evangelio del amor de Dios al hombre, el Evangelio de la Dignidad de la persona humana y el Evangelio de la Vida son un único e indivisible evangelio. 'Lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos' (1 Jn 1,3): Anunciad el Evangelio de la Vida» (Evangelium Vitae 66).

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